Todo empieza con una idea.
Puede ser una imagen que ames, un diseño de nuestro catálogo o algo 100% original que armemos contigo. Una vez definido el concepto, lo pasamos a la tela base: tela de monje, la reina indiscutible del tufting por su resistencia y textura ideal.
Ahora sí, empieza el juego de color.
Elegimos tonos vibrantes de lana acrílica 100%, casi siempre de la marca Angel (porque sus colores gritan arte y sus fibras son suaves pero aguantadoras).
Con la pistola de tufting en mano, empezamos a dar vida.
Cada línea se trabaja con precisión y flow, cuidando los trazos para que cada detalle tenga la energía exacta que imaginaste.
Cuando todo está tufteado, toca fijar.
Usamos adhesivo en plasta 3085 por su flexibilidad y durabilidad. Tu alfombra descansa un día completo para secar bien antes de continuar. Nada de apurarse: aquí se hace todo con cariño y con calma.
Después viene la parte que amamos (y que marca la diferencia):
rasurar, contornear y definir.
Usamos rasuradoras pro para igualar la altura, y luego, con tijeras tipo pelícano + rasuradora de precisión, le damos forma y relieve. Aquí es donde la alfombra pasa de “linda” a “wow”.
En la parte trasera colocamos tela antideslizante y sellamos los bordes con cinta palmita para asegurar que todo quede firme y duradero. Y como no puede irse llena de pelusa, la dejamos limpia y fresh con quita pelusa metálico, cepillo y aspiradora.
Resultado:
Una pieza única, hecha a mano, que no solo se ve increíble, sino que está construida para durar y destacar donde la pongas. 🖤